En esta novela, que es su primera obra édita, el autor duraznense Velarde González Irigoin construye un relato atrapante y de atmósferas siempre inquietantes, que mixtura la historia con la ficción literaria.

La «Torre del espejo» a la que alude el título de la obra, es nada menos que el legendario y esplendoroso Palacio Salvo, uno de los más preciados tesoros arquitectónicos que identifica a la fisonomía de nuestra capital.

Esta construcción es un auténtico icono de la geografía ciudadana, que atesora en sus entrañas múltiples historias humanas, las que aluden a un Uruguay cuyo recuerdo pervive en el imaginario social.

Esta mole, que pese al deterioro natural sobrevivió al tiempo, pretexta una novela de trazos sugestivos, que, en más de un sentido, se emparienta con el tradicional género del policial negro.

El disparador de la narración es la extraña muerte de Hilario Baladón ­un hombre de confianza del propio Salvo­ cuyo cuerpo, ya sin vida, apareció virtualmente destrozado.

Las especulaciones que alimentaron abundantemente a la crónica roja de la época, oscilaban entre un desgraciado accidente y un posible homicidio.

Apelando a su sólido oficio periodístico, Velarde González construye un relato intrigante, en el que abundan los cabos sueltos y los misteriosos entresijos.

En su complejo periplo para esclarecer el presunto asesinato, un avezado detective y su discípulo se cruzan con lugares y personajes entrañables, como Carlos Gardel y Natalio Botana. Tampoco faltan los masones y las mujeres enigmáticas.

Aunque este es, sin dudas, un relato de trazo eminentemente policial, el autor lo reviste de un trasfondo histórico, que alude al origen del mítico Palacio Salvo y otras circunstancias del Uruguay de la década del veinte del siglo pasado.